"La proporción de personas mayores crece más rápidamente que cualquier otro grupo de edad, en el mundo. La esperanza de vida aumenta. En nuestro país llega a los 80 años, más o menos, y hay aproximadamente 2,8 millones de personas mayores de 70 años, casi el 6 % de la población. Pese a que soy partidario de que el anciano nunca debe ser apartado del núcleo familiar aunque no pueda valerse por sí mismo, necesitamos más auxiliares capacitados, tecnicaturas y profesionales capacitados para atenderlos, así como también más geriátricos. El problema de la ancianidad es muy complejo y requiere un tratamiento urgente", dijo a LA GACETA el geriatra Luis F. Presti.
El catedrático de la Facultad de Medicina de la UNT subrayó que "para un envejecimiento positivo, la sociedad debe proporcionarles oportunidades para que puedan ser independientes, gocen de buena salud y sean productivos". "El envejecimiento de la sociedad puede considerarse por un lado un avance y por otro, un gran desafío, pues supone una mayor exigencia social y económica. De todas maneras, lo más importante, el verdadero reto del aumento de la esperanza de vida es la calidad de vida de los mayores, que les va a permitir mantener la actividad y la independencia", señaló.
Para el licenciado Manuel Mercado, "la mayoría de los adultos mayores percibe jubilaciones vergonzosas y pasa privaciones que nadie merece. Son víctimas de una sociedad que no sólo descuida a sus mayores sino también los abandona".
El gerontólogo Ernesto Félix Pasteri opina que "la mayoría de las personas se adapta a los cambios que conlleva el envejecimiento y siguen siendo independientes incluso ya muy mayores. Hasta un 80% de las personas mayores de 65 años mantiene una forma física y mental aceptables, que les permite llevar su vida diaria con plena normalidad".
A pesar de ello, el doctor Pasteri reconoce que "la sociedad en general sigue relacionando la vejez y los mayores con la enfermedad, la dependencia y la falta de productividad, en muchas ocasiones haciendo caso omiso de su experiencia y su sabiduría. Además, ellos son víctimas de una sociedad que descuida a sus adultos mayores y parece no verlos aún como lo que son: la bisagra entre cinco generaciones; de un lado quienes fueron sus padres y abuelos, y del otro sus hijos y nietos. Ellos son los portadores de las tradiciones y la identidad. Y sin ellos, algo de nosotros se pierde".
La psiquiatra María Elena Borges de Mifflin, especialista en ancianos, destaca que "muchas familias tienen la suerte de poder cobijar a sus mayores. Pero en muchas otras los abuelos terminan internados en alguno de los 6.600 geriátricos que existen en el país, según el Ministerio de Salud de la Nación. Un destino pocas veces agradable y hasta peligroso cuando son inadecuados y clandestinos y los pocos que fueron habilitados están superpoblados".